Antonio Miguel Nogués Pedregal

©/2 es el símbolo de la Ley de compartición de la propiedad intelectual que establece en su artículo primero y único que: «La producción intelectual nace con el propósito de ser compartida y, en consecuencia, puede ser reproducida por cualquier medio siempre que el usufructuario asegure la correcta utilización de la misma, no la comercialice, y mencione su procedencia y autoría».

©/2 amnogues (2004)
Publicado en Diario de Cádiz, 30 de septiembre

Pocas veces tres sencillas palabras han provocado tanto revuelo. La referencia a la ‘dictadura del relativismo’, además de evidenciar la indudable capacidad y creatividad intelectual del cardenal Ratzinger, reaviva el debate sobre la Certeza. Hombre de vastos saberes teológicos y autor de textos con gran solidez argumentativa, Ratzinger recurrió a la antítesis para resaltar el significado más profundo de su crítica. Una figura retórica que opone dos términos contrarios para, en uniéndolos, hacer más efectivo y atractivo el sentido del mensaje. Por ejemplo, cuando alguien escribe que ‘los amantes despertaron a la noche con el estruendo silencioso de sus gemidos’, lo que está subrayando es el fragor sexual, pero íntimo, que comparten dos amantes. Una sensación parecida produce la frase del que es hoy Benedicto XVI. Al combinar dos términos, inicialmente contrarios, como ‘dictadura’ y ‘relativismo’ el entonces cardenal resaltó la fortaleza del mensaje. Todos sabemos que ‘dictadura’ es una forma de hacer política que se fundamenta en ‘obligar’ a los ciudadanos mediante la represión física o simbólica de la disidencia, o mediante la manifestación constante de la posibilidad de ejercer esa represión. Por su parte, el relativismo es una posición ética que busca comprender las acciones humanas en sus propios términos, es decir, dentro del marco particular de sus valores culturales. La versión más fácil, y por tanto extendida, reduce el relativismo al ‘todo vale’. Nada más errado. Lo que afirma el relativismo no es que ‘todo valga’ sino que ‘todo es posible’; lo que afirma no es que cualquier planteamiento social deba ser aceptado como cierto e incluso deseable, sino que la realidad social es plural y dinámica, y que para tratar con ella hay que abrir la mente más allá de las fronteras de nuestras propias convicciones.

Según esta visión un tanto reduccionista de la idea de relativismo, la frase ‘dictadura del relativismo’ describe una situación en la que estamos ‘obligados a aceptarlo todo como cierto’ y en la que, en consecuencia, la única verdad absoluta que se hace evidente es el yo ante cuyas necesidades y deseos nos doblegamos en el curso de nuestras acciones. Un buen argumento que sin duda comparto con Su Eminencia. Mas creo que la centralidad que tiene en nuestra sociedad la pronta satisfacción de los deseos individuales no es producto del relativismo, sino de la necesidad constante y continua creada por un modo de producción concreto: el capitalismo. Quizás haría bien Su Santidad si, desde la fuerza moral del solio pontificio, retomase las críticas al liberalismo salvaje y restituyese los valores de solidaridad defendidos por la anatemizada Teología de la Liberación como la mejor manera de frenar la ‘dictadura del liberalismo’.