Antonio Miguel Nogués Pedregal

©/2 Antonio Miguel Nogués Pedregal (2005)
Publicado en Diario de Cádiz, 15 de septiembre de 2005

Si nos atenemos a su etimología sajona el término folk-lore está compuesto por la voz ‘folk’ que significa gente, personas, género humano, pueblo, y ‘lore’ que significa lección, doctrina, enseñanza, instrucción, saber. La palabra folk-lore equivaldría a lo que en español llamaríamos el saber de las gentes, el saber popular.

Así resumía en 1881 Antonio Machado y Álvarez (el padre de los poetas Antonio y Manuel Machado), conocido como ‘Demófilo’, qué era aquello por lo que comenzaba a preocuparse un grupo de intelectuales sevillanos en torno a la ‘Sociedad el folk-lore andaluz’. Resumiendo diré que su interés se centró en el estudio y conservación de la cultura popular que, como consecuencia de los procesos de modernización, cambiaba muy rápidamente. De esta seria preocupación por las tradiciones, las canciones y cuentos populares, la literatura oral, el mundo de las creencias, la artesanía, los sistemas de cultivo, las formas arquitectónicas, los modos agrícolas y los aperos, las herramientas de los oficios… surgieron estudios científicos gracias a los cuales sabemos cómo vivían y se expresaban nuestros antepasados. Una labor de recopilación y explicación sin la cual hoy nos hallaríamos un poco más perdidos de lo que ya estamos.

Sin embargo, y por motivos que me alargarían demasiado, el término ‘folk-lore’ fue adquiriendo entre los sectores más ilustrados un sentido peyorativo que afectó directamente a la propia consideración que las gentes tenían de sus saberes, haceres y decires. En España la idea de folklórico, todos lo sabemos, pasó a significar lo vacuo, lo que no transmitía nada más allá del espectáculo momentáneo de la canción española, de la charanga y pandereta, de lo ordinario. Afortunadamente siempre hay grupos de personas que, ajenos a las modas académicas y enfrentados la mayoría de las veces a las corrientes intelectuales ‘vanguardistas’, hicieron (y hacen) oídos sordos a las críticas que los tachan de folkloristas, y mantienen esa labor de recopilación imprescindible para conocer nuestra historia.

Por eso es importante que, en una sociedad en la que los medios de comunicación construyen masa mediante una oferta televisiva espectacular y fracturan las formas tradicionales de producción cultural a través de las relaciones sociales, debemos preguntarnos dónde queda el folk-lore de hoy. Si desde Vigo hasta Mecina disfrutamos con ‘Pasión de Gavilanes’, bailamos las canciones de moda, compartimos las recetas del Arguiñano, recurrimos a la ‘botica de la abuela’, usamos el tiempo de igual forma… la pregunta central es ¿dónde reside hoy nuestra capacidad para crear ese folk-lore que, pese a todo, sigue diferenciando a unos grupos culturales de otros?

©/2 es el símbolo de la Ley de compartición de la propiedad intelectual que establece en su artículo primero y único que: «La producción intelectual nace con el propósito de ser compartida y, en consecuencia, puede ser reproducida por cualquier medio siempre que el usufructuario asegure la correcta utilización de la misma, no la comercialice, y mencione su procedencia y autoría».