©/2 José María ROMERO, prof. UGR; Antonio M. NOGUÉS, prof. UMH; Eduardo SERRANO, dr arquitecto; Enrique NAVARRO, prof. UMA; Yolanda ROMERO, prof. UCM; Germán ORTEGA, prof. UMA; Marcos CASTRO, prof. UMA; Rubén MORA, arquitecto; Noemi POZO, graduanda arquitectura UGR; y n`UNDO asociación (2020)
Publicado en La Opinión de Málaga, lunes 6 de julio de 2020
Nadie duda de la excepcionalidad provocada por el Covid-19. Una crisis sanitaria, social y económica a escala planetaria cuyas consecuencias no podemos calibrar aún. La pandemia, sin embargo, es también una ventana de oportunidad que debemos aprovechar para pensar sobre el grado de sostenibilidad de nuestra forma de vida social y económica. En este marco, un grupo de científicos de varias universidades públicas españolas está llevando a cabo un estudio sobre el modelo actual de desarrollo en la ciudad y provincia de Málaga. En los párrafos que siguen presentamos algunos de los resultados que se están obteniendo.
En la actualidad existen en Málaga algunos proyectos que son bien conocidos por la mayoría de la población: el proyecto del rascacielos del puerto de Málaga, la operación inmobiliaria en torno a los antiguos terrenos de Repsol, la ampliación del puerto de Marbella, la autopista de peaje San Pedro-Ronda que atravesaría la Reserva de la Biosfera de la Sierra de Las Nieves, por citar solo algunos de los más relevantes. Aunque estos proyectos tienen características muy distintas, todos tienen un denominador común: son proyectos de desarrollo. Y como tal se presentan y defienden ante la opinión pública.
Es difícil afirmar con rotundidad que estos proyectos no supongan un beneficio directo, ni que palien la precaria situación económica de muchas familias. Pero también es muy difícil afirmar con rotundidad que de ellos solo se obtengan beneficios para el conjunto de la sociedad. A poco que se analice la realidad desde otra perspectiva un poco más amplia y humana, y se introduzca la dimensión temporal en el análisis de costes y beneficios, las evidencias positivas se desdibujan y comienzan a perfilarse los problemas que surgen en el medio plazo. Contemplando esta dimensión de futuro es desde la que pensamos e investigamos.
La pregunta que provocó este estudio científico se formula de manera muy sencilla: ¿es posible asegurar una mínima calidad de vida a nuestros hijos si continuamos con este modelo de desarrollo socio-económico? La investigación, pues, no se centra en analizar el presente de manera aislada, sino que lo mira como si de un fotograma de película se tratase y escudriña qué ocurrirá si se mantiene el mismo modelo de desarrollo o, mejor dicho, si continuamos con esta forma de explotar los recursos del territorio que habitamos.
Desastrosos a largo plazo
Las iniciativas político-técnico-empresariales que hoy se engalanan como proyectos de desarrollo muestran unos indicadores que, sentimos afirmarlo así, a duras penas pueden calificarse como positivos. Más allá de proporcionar unos cientos de trabajos de escasa cualificación, temporales e inestables, los indicadores que obtenemos en nuestro estudio resultan muy poco gratificantes para el medio plazo, y simplemente desastrosos para el largo plazo.
Veamos por qué ocurre esto. Si atendemos a las características de este tipo de iniciativas observamos que todas tienen una naturaleza vinculada, en mayor o menor grado, a lo que los especialistas denominan la maquinaria turístico-constructiva de crecimiento. Esta maquinaria de crecimiento (‘Growth machine’) hace referencia a un modelo de desarrollo cuyo objetivo final no está, precisamente, vinculado a la ejecución real de las iniciativas, sino a su mera puesta en marcha e incluso, en algún caso, a su simple enunciación o presentación pública. En cierto modo, el tipo de planteamiento de desarrollo que genera la maquinaria de crecimiento finaliza en su propia formulación. Es, por así decirlo, un modelo de desarrollo ficticio que busca y se basa, por lo general, casi exclusivamente, en la recalificación de terrenos para así mantener la maquinaria en funcionamiento. Este tipo de proyectos de desarrollo son su lubricante.
Desde la década de los años sesenta del siglo pasado, los sectores turístico y constructivo están íntimamente relacionados en España. Esta relación surge de un planteamiento economicista que redujo el desarrollo al crecimiento. Es decir, si había crecimiento había desarrollo y, peor aún, solo se podía hablar de desarrollo si había crecimiento. Aunque hace décadas que los economistas demostraron que esa equivalencia es una falacia, y que reducir el desarrollo al crecimiento es un absoluto error, nuestro estudio está comprobando que, lamentablemente, en Málaga sigue muy viva.
En este punto es importante recordar que organismos internacionales tan poco sospechosos de subversión como la ONU, llevan décadas insistiendo en que los recursos del planeta son limitados. Por ejemplo, el informe ‘Los límites del crecimiento’, elaborado por el Club de Roma en 1972, ya demostró lo absurdo que era reducir el desarrollo al crecimiento y las consecuencias tan nefastas que esto provocaba: desigualdad socio-económica creciente, desastres ecológicos, hambrunas, etcétera.
En 1987, la comisión Bruntland elaboró el informe ‘Nuestro futuro común’ donde definió el desarrollo sostenible como la necesidad de contemplar el desarrollo del presente en función de las generaciones venideras. Aquel concepto de lo sostenible supuso un primer y gran revulsivo global. Desde entonces, la idea de pensar el presente mirando al futuro se ha visto constantemente ratificada desde la cumbre de Río (1992) hasta la última reunión de París (2015). Cada uno de los informes emitidos y conferencias realizadas ha proporcionado a los políticos y empresarios más escépticos un alud de datos que demuestran las consecuencias de un modelo caduco y fracasado. Salvo a los empecinados y egoístas, a la población sensata la contundencia de los datos científicos no deja lugar a dudas: hay que cambiar el modelo.
En España, y más aún en la ciudad y provincia de Málaga, esta situación estructural es más grave. Varios estudios demuestran que en España hay una estrecha relación entre despilfarro, proyectos políticos populistas y corrupción político-urbanística, hasta el punto de que los científicos hablamos de la triada turismo-planificación urbanística-corrupción como el eje sobre el que pivota el desarrollo cortoplacista en España desde mediados de los años noventa.
En esta línea, un grupo de geógrafos españoles ha publicado un estudio que dibuja la geografía del despilfarro en España en el que se desvela el entramado de la inversión de dinero público en obras poco necesarias y nada acertadas: aeropuertos, autopistas, palacios de congresos o grandes eventos que solo han servido, como ya apuntamos, para mantener la maquinaria de crecimiento lubricada. Este gasto suntuario –que no inversión—ha alcanzado la exorbitante cifra de 100.000 millones de euros de dinero público y apenas ha tenido otra repercusión que simbolizar un derroche éticamente muy reprobable y moralmente muy reprochable. Sin embargo, esta geografía del despilfarro no solo afectó a las cuentas públicas. También la iniciativa privada quedó presa de esta vorágine y comprometió otros 100.000 millones de euros de manera bastante ineficaz. Esos más de 200.000 mil millones de euros, a los que hay que añadir los 60.000 millones del rescate bancario, acentuaron las consecuencias más negativas de la crisis de 2008 y provocaron unos recortes que afectaron duramente a los aspectos más sociales del estado de bienestar y cuya ruindad ha quedado al descubierto en esta crisis sanitaria.
La situación en Málaga
Nuestros propios datos también indican que, en Málaga, los defensores de la idea de que el desarrollo solo es posible si hay crecimiento no se han movido ni un ápice desde los años setenta. Todo apunta a que ese entramado complejo de intereses sociales, económicos y políticos que llamamos maquinaria de crecimiento, no ha aprendido de los errores, ni de la inviabilidad e insostenibilidad de un concepto de desarrollo ampliamente rechazado por instituciones internacionales y cientos de trabajos científicos.
El planteamiento de esta máquina de crecimiento sigue siendo el mismo: ampliar la base demográfica favoreciendo la circulación acelerada de la misma, es decir, atraer más población, especialmente de turistas; extender el suelo urbano para satisfacer las demandas residenciales (uso residencial) o de ocio (uso turístico) de esta población; turistificar los centros históricos y mercantilizar la vivienda; y crear un entorno ideológico que explique –e incluso, justifique como mal menor o resulte permisivo con la especulación y la aparición de burbujas inmobiliarias.
Lamentablemente, los responsables políticos y empresariales obvian de manera interesada cualquier enseñanza del pasado e ignoran a propósito las recomendaciones sobre este tema. Y debe decirse con toda rotundidad: no existe ninguna evidencia empírica que demuestre que una economía basada principalmente en el binomio turismo-construcción tenga la capacidad para ofrecer a la población local empleos de alta cualificación, estables y dignos, o haya servido para preservar el paisaje más allá de zonas muy acotadas y de acceso restringido.
Al contrario, todos los indicadores apuntan a que el turismo solo es rentable cuando se sustenta en trabajos de poca cualificación, precarios y de bajos salarios, y en una explotación incontrolada del territorio. Es una situación de monocultivo que, además, afecta directamente a la calidad del sistema de representación democrática porque usurpa la soberanía decisoria a los ciudadanos. Enfatiza la dependencia de factores externos y fragiliza al conjunto social porque, ante el menor contratiempo, el modelo se ve desnudo y muestra sus vulnerabilidades de la manera más impúdica imaginable, como esta crisis ha demostrado.
Afortunadamente, hay voces muy autorizadas que llaman a la reflexión y al comedimiento y abogan por aprovechar la ocasión para implementar los principios básicos de un desarrollo que sea responsable para con nuestros hijos. António Guterres, secretario general de la ONU, presentó en abril cinco medidas urgentes frente a la crisis derivada del Covid-19: desinversión en industrias contaminantes; compromiso para crear empleos que aseguren un desarrollo sostenible e inclusivo; inversiones para acelerar la descarbonización y unos empleos más justos; inversión de los fondos públicos en el futuro, en sectores sostenibles e iniciativas que ayuden al medio ambiente; y quinto, el sistema financiero global debe contemplar el precio que paga nuestro Planeta por un crecimiento tan insostenible.
Que todo siga igual
Existen pues propuestas para hacer las cosas de otra manera. Sin embargo, en la ciudad y provincia de Málaga, todo apunta a que seguimos en un contexto ideológico que se obceca en que todo siga igual. De ahí la buena prensa que tienen estos proyectos, aunque solo sirvan para mantener engrasada la maquinaria de crecimiento, como apuntan los indicadores socioeconómicos de nuestro estudio. De ahí, también, el borrador de la Ley de Impulso para la Sostenibilidad del Territorio de Andalucía promovido desde la Junta con el objetivo de «aligerar» las condiciones de intervención en el territorio y los trámites administrativos. En fin.
Hace décadas que todo el mundo sabe que los recursos territoriales y planetarios tienen un límite. Hace décadas que la ONU insiste en que buscar el desarrollo humano y su sostenibilidad es más enriquecedor que el diseño de políticas de crecimiento cortoplacistas y egoístas que se implementan sin atender a las particularidades de los territorios, y sin tener en cuenta qué mundo legamos a nuestros hijos. Hace décadas que sabemos que la participación ciudadana es pieza clave para el desarrollo sostenible de los territorios. En definitiva, hace décadas que se sabe todo esto, pero, a la luz de los datos que estamos recogiendo, todo parece indicar que ni buena parte de la población, ni gran parte de los responsables políticos, empresariales y técnicos de la ciudad y la provincia de Málaga, se han enterado aún.
Sin embargo, no todo está perdido. La participación ciudadana es un capital que debemos aprovechar y aquí en Málaga, por ejemplo, existen colectivos implicados con la ciudad y con los que es imprescindible contar: Defendamos Nuestro Horizonte, Bosque Urbano Málaga, Aire Limpio Málaga, Plataforma Sierra Bermeja Parque Nacional, Asociación Centro Antiguo de Málaga, Asociación Casco Antiguo de Marbella, Lagunillas por venir y Asociación Ciriana, entre otros.
Artículo perteneciente al Proyecto de Investigación Nacional titulado ‘Saturación turística en destinos costeros españoles. Estrategias de decrecimiento turístico. Una aproximación desde la dimensión social’ (RTI2018-094844-B-C33) del Ministerio de Ciencia, Innovación y Universidades (Plan Nacional de I+D+i)