Antonio Miguel Nogués Pedregal

©/2 Antonio Miguel Nogués Pedregal (2005)

(¡Sí, con guión! si nos acostumbrásemos a ello, cosa que proponemos desde aquí, resultaría más fácil comprender su verdadera naturaleza. Y la comprensión es, siempre, el paso inicial para su desactivación). es el medio por el que desaparece el lugar como ámbito en el que adquieren sentido las cosas que hacemos. No se nos habla desde un lugar preciso Pero oculta como hemos visto la tragedia. El guión desvela y  muestra esquilmación de los territorios

  1. Las empresas tienen libertad para moverse una tensión entre el carácter extra-territorial del poder, y la territorialidad de la realidad social y cultural. De ahí que las deslocalizaciones, además, provoquen lo que, siguiendo con Canclini, llama “un despazamiento de lo social”, es decir, de las reglas de la sociabilidad tradicional
  2. Rompen la idea de nacionalidad. Allá por los años 50 y sesenta la empresas multinacionales. , entre otras cosas porque el capital ni tiene nacionalidad ni conoce de ética,

La consecuencia de esta des-localización derivará en la gradual desaparición del Estado territorial moderno como lugar primordial del poder mundial, y pasará a manos de las grandes empresas globales (no tendrá sentido hablar de multinacionales o transnacionales puesto que las naciones dejarán de existir) como bien reflejan todas esas películas de ciencia-ficción en las que aparecen como agentes las compañías…

Aunque, como vemos en las tensiones geo-políticas que se dan en la actualidad, existe un cierto proceso de renacionalización de la política mundial: India-Pakistán, China-Japón-EE.UU…

Desde el punto de vista de la política económica (qué otro se puede tener si no), la deslocalización no es sino otra de las medidas que convergen en un mismo objetivo: sustituir el estado del bienestar por el sin estado, acelerando la precarización del trabajo (Acuerdo General sobre el Comercio de Servicios, “la directiva Bolkestein”) y empujando los salarios por una curva de descenso.

Es el evangelio de la competitividad, asumida por la UE en la denominada estrategia de Lisboa que busca convertir a Europa en la economía más competitiva del mundo en 2010 y que se articula en instrumentos como el proceso de Bolonia (la mercantilización de la enseñanza superior) o la propia directiva Bolkestein que ++. Es en este contexto que debemos entender la des-localización

El proteccionismo de la producción agrícola mediante subvenciones permite que los precios puedan estar por debajo de los costes de producción, lo que se denomina dumping. Los mayores ejemplos de este dumping lo tenemos en los poderosos estados de la Unión Europea y Estados Unidos quienes una producción agrícola francamente deficitaria. Es el planteamiento de campañas como ‘comercio justo’ cuya pretensión es aplicar las reglas impuestas por la organización mundial del comercio a todos los países. Dicho con otras palabras sería hacer que las reglas que han impuesto los países más desarrollados a la liberalización del comercio se las apliquen ellos también. Aunque suene paradójico, las reglas del comercio internacional son una proteger a los países desarrollados de esas mismas reglas.

El mantenimiento de la competitividad implica la . Lo que en otras palabras quiere decir la protección o incremento de los beneficios mediante el ahorro en los costes de producción. Dado que modificar los costes de las materias primas lleva aparejado una intervención política a medio y largo plazo, y que esta posibilidad queda muy alejada de las capacidades de maniobra de la mayoría de las empresas, la única solución para conseguir un ahorro rápido en los costes de producción es abaratar el coste de la mano de obra en salarios y cotizaciones sociales. Para ello, además de una demanda continua hacia la flexibilización de la legislación laboral nacional, el capital se aprovecha de la enorme distancia que hay entre los países ricos y los pobres para encontrar en esos países fórmulas de contratación laboral más flexibles que le permitan mantener la competitividad de sus productos.

Por ello, y dejando a un lado las consideraciones éticas que se derivaran de esto, para entender este proceso es necesario mirar ambas caras de la moneda: los territorios cuyas empresas se deslocalizan y los territorios en donde se implantan dichas empresas.

Empresas e industrias que, de repente, declaran suspensión de pagos; que desarrollan ‘talleres’ en los que no se respetan los derechos laborales y, a veces, ni incluso los personales, que apuestan por la contratación de inmigrantes por salarios más bajos, y que esperan a las reconversiones industriales con pre-jubilaciones ¡a los 45 años!, y a los procesos de privatización para hacer rentable la producción. Todo un paquete de ‘medidas y ajustes estructurales’ que buscan exclusivamente la competitividad del tejido empresarial como única solución para asegurar no se sabe muy bien qué. Entre todas estas medidas la deslocalización va adquiriendo una importancia cada vez mayor.

El traslado de la actividad productiva a otro país no es nuevo. A lo largo de la historia las sociedades se han relacionado siempre a través del intercambio de sus productos. Sin embargo, la expansión colonial europea del XV inauguró una nueva forma de relación entre las sociedades: la explotación sistemática de la mano de obra para beneficio de los colonizadores. Lo que devino de aquello es lo que gozamos en la actualidad: flujos migratorios, inestabilidades políticas, deslocalización, desequilibrios estructurales… A partir de los 70 las multinacionales comenzaron a extender, primero, sus filiales y, después, sus plantas de producción, a países que les ofrecían mercado para sus productos o materias primas baratas, sino sustanciales ventajas fiscales y, al igual que hace siglos, una mano de obra en régimen de semi-esclavitud (salarios de miseria, ausencia de derechos laborales, medidas coactivas…)

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